Una carta abierta desde Zurich, Suiza

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Sobre la autora: Susanne Andrea Birke es una Teóloga Católica Romana que vive en Zurich, Suiza.

El 26 de abril es el Día de la Visibilidad Lésbica (DVL), fecha que muestra como las lesbianas se han vuelto cada vez más visibles durante los últimos años. Sin embargo, cuando crecí, solo sabía de hombres homosexuales. Un amigo de mis padres mientras ellos estudiaban en Tübingen, era un gay francés, y cuando aún estaba yo en la escuela primaria, en un viaje a Francia, lo visitamos. Pero, en contraste, nunca conocí a ninguna mujer lesbiana o “mujer amorosa”*; de hecho, sobre ellas nunca se habló, mientras crecí en Ulm, Alemania.

Esto es completamente diferente hoy. Aún así, en muchos lugares estar expuesta – fuera del closet – es cualquier cosa, menos seguro.  Es más, las discriminaciones específicas que sufren las lesbianas rara vez se reconocen. En cambio, nuestras necesidades a menudo no son atendidas y consideradas cuando se cambian las leyes para incluir a los hombres homosexuales en la sociedad y derechos civiles. Las organizaciones de lesbianas no obtienen el mismo financiamiento tampoco. Cuando se trata de “mujeres que aman a las mujeres” en la Iglesia Católica Romana, las cosas se ven aún peor.

Pese a eso, creo ver vientos de cambio en ella.

En el 2013 me abrí públicamente como una teóloga “mujer amorosa” católica-romana que trabaja para mi iglesia. Para muchos, esto parece ser imposible, loco o simplemente estúpido. Pero esto es lo que soy. Esto es posible porque vivo y trabajo en Suiza en una diócesis abierta. La Diócesis de Basilea tiene un grupo de trabajo llamado Pastoral Arcoíris, que depende principalmente del trabajo voluntario, pero que no deja de estar activo.

También esto es posible, porque la organización para la que trabajo me apoyó y se mantuvo a mi lado. Lo hizo a pesar de que hubo quejas sobre mi trabajo para la teología feminista y los derechos de las mujeres en la Iglesia Católica Romana, quejas que también incluían mi trabajo en la Pastoral Arcoíris y específicamente sobre la contratación misma de una teóloga lesbiana.

Lo que más puedo hacer es lo que hoy hago, porque hay muchas personas, desde las bases, que quieren que su Iglesia sea inclusiva y algunas también están dispuestas a arriesgar algo para que esto se haga realidad. Pero todo eso no sería posible si no hubiera decidido quedarme legalmente soltera después de mi última ruptura. Si viviera en una relación formalizada civilmente, no sería posible realizar mi trabajo. Muchas de mis colegas viven con miedo, porque a pesar de que trabajamos para la inclusión a nivel parroquial, estamos lejos aún de aceptar a las personas LGBTIQ + cuando se trata de personal empleado en la institución.

Pues sí, de alguna manera se siente extraño trabajar para una Iglesia, que no solo me discrimina por mis genitales, sino también por quien amo. Pero también amo demasiado a mi iglesia como para dejarla en manos de aquellos que prefieren que las personas como yo la abandonen. He conocido a muchos seres humanos maravillosos en todo el mundo, haciendo un gran trabajo de muchas maneras. Esto es más significativo para mí que la discriminación que experimento. Por último, pero no menos importante: pase lo que pase, seguiré siendo parte del «movimiento de resurrección» que comenzó hace 2000 años.

Lo que yo puedo hacer desde el lugar donde vivo y trabajo, puede estar lejos de la experiencia de muchas lesbianas en la red GNRC de otras partes del mundo. Ser aceptada como mujer por un nivel jerárquico superior dominado por hombres no es fácil. Aunque ahora hay mejores condiciones, todavía queda mucho trabajo por hacer. Cuando comencé, algunos católicos sentían que tenían derecho a decirme qué hacer, porque eran hombres y yo era sólo una mujer joven. También tuve que descubrir que nuestros salarios no eran iguales. Continuamente había sido blanco de ataque de algunas personas, por mi trabajo como teóloga feminista, que trabaja por la igualdad en la iglesia; sin embargo,  esto definitivamente empeoró después de que salí del closet y comencé el ministerio Arcoíris. Estos son solo algunos ejemplos. Había y hay mucho con lo que lidiar. Afortunadamente, contamos con muchos colegas que luchan por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en nuestra iglesia, independientemente de su propio género.

El movimiento reformista en la Iglesia Suiza es extraordinariamente fuerte y también hay organizaciones y redes de mujeres fuertes. La Liga de Mujeres Católicas de Suiza es la organización católica-romana más grande aquí y apoya la igualdad matrimonial. Aun así, todavía siento que tenemos un camino por recorrer para reconocer las necesidades específicas de las lesbianas en la Iglesia Católica Romana. Pero las cosas siguen cambiando continuamente y las organizaciones juveniles están haciendo un gran trabajo, cuando se trata de ser inclusivas. Espero que nuestras voces se fortalezcan y se escuchen más en el futuro.

Para el DVL 2020 quiero cerrar con un fuerte llamado: No permitas que nadie te impida consolidar algo en la esencia de tu ser, sólo porque otros piensan que es imposible. ¡Quizás estés aquí para abrir nuevas puertas!

Que la Santidad las bendiga, guíe y proteja con su amor.

Susanne A. Birke

* ”mujer-mujer amorosa” es una expresión para referirse a la orientación afectivo-sexual de una mujer por sobre la identidad cis/trans-género por la mujer que se siente atracción. Se usa en algunas zonas para ampliar la definición de Lesbiana, que suele considerar sólo a mujeres que sienten atracción afectivo-sexual por mujeres cisgenero.